jueves, 6 de noviembre de 2014

EL ALMA DE LA CIUDAD

                                                             RESUMEN

-Durante los años que transcurrieron mientras avanzaba mi adolescencia, el reino de Castilla gozó de cierta tranquilidad. Los moros habían sido arrinconados por nuestro rey Alfonso VIII más allá de las sierras, a los territorios del sur, donde contaban con la protección del valí de Sevilla, Abu Ishaq.Transcurrió un año sin obispo en la ciudad y mi señor don Bricio acarició la esperanza de ser consagrado con esa dignidad. A decir verdad, nadie dudaba de que el arcediano heredaría el báculo, pues contaba con méritos suficientes y la plena confianza de su antecesor hasta el mismo momento de su muerte. El nuevo prelado hizo entrada en la ciudad en junio. Salió solemne procesión a hacerle recibimiento y me correspondió portar la cruz de guía.Por el camino de regreso a la ciudad, iba yo muy contrariado. Porque lo que primeramente parecía ser un buen lance para mí en la caza se había desbaratado por ser el animal un manso cerdo domésticoHazte la cuenta de que mataste un jabalí y en paz. Saborea el aspecto más dulce de la jornada: Dios nos regaló con un hermoso día y vimos volar a las aves admirablemente. Hemos cazado mucho y hemos disfrutado del sol y de los campos bellos. ¡Anímate, hombre!.

                                       EXPLICACIÓN



-La casa de un griego o romano encerraba un alta, en este altar tenia que haber un poco de ceniza y carbones encendidos, era una obligación sagrada para el jefe de la casa el conservar el fuego de día y noche. No era licito alimentar ese fuego con cualquier clase de madera, este fuego debía conservarse siempre puro.Se puede pensar que el hogar domestico solo fue, en su origen, el símbolo del culto de los muertos, que bajo la piedra del hogar descansaba un antepasado, que el fuego se encendía allí para honrarle y, que este fuego parecía conservar en el la vida o representaba a su alma siempre vigilante. Esto solo es una conjetura.

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